domingo, 24 de marzo de 2013

RENACIMIENTO CAROLINGIO: AUTORES, DE ESCOTO DE ERIÚGENA EN ADELANTE. LA REFORMA MONACAL Y CLUNY

EDUARDO MARCOS DE LA MATA. 19 de Marzo de 2013


Difícil es la tarea de sintetizar a grandes autores del Renacimiento Carolingio como Escoto de Eriúgena o Eghinardo, además de la reforma monacal de Cluny y el nacimiento de la primera orden religiosa en un espacio tan breve. Aunque difícil no significa imposible, pero requiere de un esfuerzo por parte del autor y el lector.

AUTORES, DE ESCOTO DE ERIÚGENA EN ADELANTE.
Comenzando por la parte más compleja, Escoto de Eriúgena, se presenta ante el espectador un autor cuanto menos interesante, pues de este periodo es el único que domina en un grado aceptable el griego (cierto es que Alcuino de York también entendía algo el griego, pero poseía rudimentos más que conocimiento), lo cual permite a este religioso conocer e interiorizar textos y autores clásicos y de la patrística, inaccesibles para el resto, y por supuesto, esto se reflejará en sus planteamientos (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 184).
De origen irlandés, se encontraba en la corte de Carlos el Calvo en pleno ejercicio de la enseñanza en la escuela palatina de París, ejemplo de la continuidad de la política carolingia de atracción de eruditos, cuando es reclamado para que tomase partido en uno de los grandes problemas teológicos de la época: la disputa sobre la doble predestinación defendida por Godescalco (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 183), lo que abrió la primera etapa en el pensamiento de Escoto. Pero ahora bien, se atisba necesario entender, aunque sea someramente, en que consiste este planteamiento, y eso lleva directamente a la base de esta corriente, San Agustín, pues es la fuente de la que bebe Godescalco.
La diatriba estriba en que este padre de la Iglesia establece una doble vía para la salvación: la gracia (derivada directamente de Dios) y las acciones del hombre, pues para San Agustín es irrefutable el libre albedrío otorgado por Dios a los hombres, pues Dios no sería amor si no hiciera esto (es una justificación de lo que se conoce como el Ordo Amoris) (ANTUÑANO, Salvador, 2010: 68-73). Esto plantea un equilibrio entre la predestinación y la salvación por la voluntad del hombre, pues sin las dos no hay paraíso. Pero por supuesto todo se puede interpretar de las formas más extremas posibles, y este es el caso de Godescalco, el cual elaboró una teoría que se basa en la doble predestinación: tanto lo bueno como lo malo está predestinado por Dios. Esto nace de una visión radical de la Gracia, llevada a entenderse esta como predestinación, pero el problema que generaba esto afectaba a la misma esencia del cristianismo: si todo está predispuesto por Dios ¿en qué queda el sacrificio de su Hijo, ya que de esta manera se está negando su sacrificio universal? (MITRE, Emilio, 1976: 121) . Desde luego el discurso es elevado y la única forma de poder contestarlo era con un amplio conocimiento de la obra de San Agustín, y es aquí donde entró Escoto de Eriúgena, pues además de reconocido pensador, entre otros autores había traducido a este padre de la Iglesia, y lo más importante, había interiorizado su pensamiento.
Es por este motivo que en el 851 se le pide una más que necesaria comisión de respuesta, pues en los sínodos y concilios celebrados, como el de Mainz (848), aunque se condena su corriente como herética, se queman sus libros y se le recluye en el monasterio de Hautvillers de por vida, no se había generado una respuesta contundente sobre sus planteamientos (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 181), ante lo cual Escoto pone fin con su De divina praedestinatione, en la cual, reinterpretando a San Agustín e incluso deformándolo, negando taxativamente la doble predestinación, y más allá, la propia predestinación como tal. Esto se debe a que para él Dios está fuera de la temporalidad de la creación, por lo que no tiene cabida en el espacio local, es decir, no intercede en la creación (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 182-183). Por esta vía se ve la deformación de San Agustín: si Godescalco se desvió hacia la predestinación, Eriúgena tiende hacia el lado contrario, pues Dios no planifica nada al estar fuera de este espacio, devolviendo a su lugar al sacrificio de Cristo y el libre albedrío. Pero con este planteamiento, se observa una característica fundamental, y es que está conclusión se formula con un profundo uso de la razón, dejando más apartado lo divino en la explicación, lo cual corresponde a un método propio de estudio.
Después de zanjar esta discusión, comienza la segunda etapa de producción de Escoto, la cual se puede situar en torno al 858 con el encargo de Carlos el Calvo de que tradujera las obras del Pseudo Dionisio Aeropagita, lo que inicia el culmen de su formación intelectual y le permitió elaborar la obra por la que es más conocido, su Divisione naturae. En ella se puede observar un acercamiento al pensamiento neoplatónico que habría adquirido a través de este Dionisio, el cual hubiera sido discípulo de Pablo de Tarsos. Lo que es cierto es que en la obra de este pseudo autor se observan retales de neoplatonismo. Muy en síntesis se pueden substraer importantes fuentes en esta obra. En primer lugar el recurso usado para la construcción expositiva de la obra es el diálogo, algo muy llamativo y que le acerca a autores clásicos como Cicerón, maestro en este campo. En segundo lugar, parte de San agustín en la afirmación de que el verdadero razonamiento corresponde con la verdad revelada, algo muy repetido por el padre de la Iglesia en cuanto que para él el conocimiento está en el interior (influencia neoplatónica) y este se asimila con Cristo (el verbo encarnado), por lo que razón y fe se unen (este planteamiento lo desarrolla en su obra De Magistro) (ANTUÑANO, Salvador, 2010: 80). El tercer punto corresponde a la utilización de Dionisio Areopagita para poder conocer la naturaleza, lo cual se puede realizar a través de una doble vía, positiva o negativa, pero la conclusión es que Dios no puede ser conocido por el hombre dado que su entendimiento es limitado, expresado en la premisa de que si se categoriza con algún concepto se le define, pero a la vez se limita su figura, pues él está por encima de la razón humana, por lo que esta es insuficiente para abarcarlo (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 185-186) .
A partir de aquí establece una división del universo, una cosmogonía cristiana en la cual se pueden observar cuatro niveles:

  • Naturaleza que crea y no es creada, es decir, Dios.
  • Naturaleza que crea y es creada, en otras palabras, el logos, la sabiduría de Dios, encarnada por el Espíritu santo, el cual transforma las ideas en un mundo real (la Creación).
  • Naturaleza que es creada y no crea, también llamada Creación, Mundo Terreno, etc.
  • Naturaleza que no es creada y no crea, es decir, otra vez Dios, lo que quiere decir que todo retorna a él.
Esto puede entenderse, y así se ha hecho, como una especie de sistema cíclico en el que todo empieza y termina en Dios. Pero no debe entenderse de ninguna de las maneras como un sistema cíclico eterno en una especie de reencarnación continua, pues no lo es. Lo que establece es una visión más compleja del clásico sistema lineal de principio y fin en la figura de Dios, pero con categorías intermedias, como el Espíritu Santo o la creación, siendo el elemento más desconcertante la última categoría, la cual vuelve a ser Dios, pero definido de una forma distinta, lo cual puede llevar a entender que pueden ser dos modelos distintos. Pero ¿en qué momento se hacen distintos? No lo hace, y para ello es necesario revisar cual es su concepción de Dios respecto a este y su participación en la creación, vista en las disputas con Godescalco. Pues como se observó, Dios está fuera del mundo terreno por un principio complejo relacionado con la temporalidad, pero también se ha dicho que crea el universo a través de la transformación del logos (sabiduría de Dios), lo cual da la clave para entender el sistema: Dios en un primer momento crea el universo (lo hace el Espíritu Santo, pero no se debe perder de vista a la Santísima Trinidad), por lo que es una naturaleza no creada y creadora, pero al hacerlo queda fuera de la creación por cuestiones de esencia, ya que Dios es atemporal, lo que lo convierte, tras este afán de generosidad creadora, en una naturaleza que no es creada y que no crea, pues está fuera del mundo terrenal. Esto quiere decir que no es que se halla modificado la esencia, sino, podría decirse, su actitud, lo que lleva a que es la misma naturaleza pero con distinta posición, por lo que Dios corresponde al principio y al fin, similar a lo que otros autores como San Agustín expusieron (la concepción lineal del tiempo es un elemento muy presente en su Ciudad de Dios). Pero de esta forma se aleja demasiado a Dios de la creación y lo convierte en un espectador de la misma, lo cual incurre en un problema, motivo por el cual en esta obra remata este sistema afirmando que Dios está en todas las cosas desde el momento de concepción, es decir, que Dios es el universo. Esto es lo que le confiere el carácter pandeísta y semicíclico (solo existe un ciclo) con el que se le ha catalogado, pues todo emana de Dios y vuelve a él, entendiendo a este como cosmos (la ausencia de cita quiere decir que el razonamiento es propio y está pendiente de patente). Este concepto le valió la condena de la Iglesia por herético. Desde luego, la interiorización de conceptos filosóficos clásicos es más que evidente.
Para finalizar con Eriúgena, a través de este elaborado pensamiento se puede observar un fundamento epistemológico clave en su pensamiento, y es que la razón es un elemento esencial para conocer la naturaleza, es decir, la verdad. La razón debe ser un instrumento usado para hallar la verdad, la cual se encuentra en las Sagradas escrituras, lo que quiere decir que la razón debe depurar las interpretaciones erróneas y servir para acercarse al verdadero conocimiento. Este uso concienzudo y tan importante de la razón bien puede ser de origen clásico, pero desde luego aparece en una forma cristianizada (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 188).
El segundo autor a tratar en este apartado es Eghinardo (770-840), un ejemplo de nobleza laica (y es necesario señalar el "laica" porque existía nobleza religiosa) que se insertó dentro de los circuitos de producción cultural carolingia. Formado en Fulda, se integró en la corte regia en Aquisgrán y destacó al servicio del hijo de Carlomagno, Ludovico Pio. Al fracasar en la mediación en el conflicto entre los sucesores de Ludovico, se retira al monasterio que el mismo fundó en Seligenstadt en donde comenzó su etapa cultural más productiva, escribiendo su obra más famosa, la Vita Karoli Magni. Esta biografía es un gran ejemplo que engloba las características más relevantes de las obras históricas de este periodo (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 203). Se pueden dividir estas características en dos bloques. El primero hace referencia a las fuentes de inspiración, las cuales en este periodo se remontan a la antigüedad clásica, y en este caso, por poner un ejemplo Eghinardo se basa en Suetonio y sus Doce Césares, en especial en César Augusto, en donde existe un deseo de comparar ambas figuras. Esto también afectaría a la estructura y la composición de la obra, la cual también pretende asemejarse a los cánones clásicos, pero añadiendo una inspiración en la Biblia, en especial el Antiguo Testamento (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 204-207). El segundo bloque se refiere a la fiabilidad del texto y el posible uso que pueda hacerse de éste para hacer historia. El tono laudatorio está continuamente presente en toda la obra, y en algunos casos el deseo de ensalzar la figura de Carlomagno provoca que se deforme demasiado la visión. Esto nacería de la necesidad de construcción de un fundamento político, muy potenciado por los momentos de crisis (recordar el conflicto entre los sucesores de Ludovico Pio) ante los cuales esta obra pretende de alguna manera recordar la grandeza del reino franco y los deberes de sus monarcas para con él. Es por este motivo que la visión del reinado puede estar deformada en muchos aspectos y presentar una versión que no sea fidedigna y por lo tanto no válida para obtener un conocimiento correcto (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 205-208).
Para finalizar este apartado, antes que otra relación de autores (sin alarmarse, pues solo quedan tres) sería interesante abordarlo desde otro punto de vista. En este caso se ha optado por ver como tras la creación de un centro educativo, acorde con la política cultural carolingia, éste se convierte en un gran foco de intelectuales, como es el caso de la escuela monacal de Fulda, donde se formó el ya nombrado Eghinardo.   Lo cierto es que desde que San Bonifacio fundase allí la primera iglesia y luego entrase a formar parte del proyecto educativo carolingio, su importancia no dejó aumentar. De los detalles del programa y sus consecuencias debería ocuparse otro (previo a este trabajo) y para no seguir adentrándose en competencias ajenas, los ejemplos de esta premisa son amplios. Rábano Mauro, 776-856, el que fuera obispo arzobispo de Maguncia, se formo aquí y luego pasó por la docencia antes de ser nombrado con ese cargo. Muy activo en la polémica de la doble predestinación, ante la cual se posicionó en contra, es un claro ejemplo de la exquisita formación que ofrecía el centro, y de una segunda característica, la proyección que aportaba después. El caso de Lupo de Ferreriéres, 814-862, es distinto, pero muestra una tercera vía,  pues después de labrarse un nombre es enviado a Fulda para dedicarse a la docencia, para luego ser nombrado abad de San Pedro y San Pablo. Para cerrar ya definitivamente el apartado un último ejemplo, Walafrido Estrabón, otro intelectual de saber polifacético y enciclopédico formado en la escuela, el cual se ocupo de la formación de Carlos el Calvo, último gran rey carolingio que impulsó de nuevo el proyecto cultural carolingio hasta cotas bastante altas, una prueba del éxito de Walafrido.

LA REFORMA MONACAL Y CLUNY.
El interés por la Iglesia y su salud por parte de la dinastía carolingia arrancó antes de que fuesen monarcas. Ya en la década del 740 San Bonifacio y Carlos Martel vieron la necesidad de acometer una depuración de esta institución en todos los niveles, tanto el espiritual como el terrenal. Pero lo cierto es que los grandes avances los realizarón Pipino el Breve y en especial Carlomagno, pues con el segundo y a través de la Admonitio Generalis se consiguió instaurar (con mayores o menores resistencias) un único rito, el romano, y promover la regla benedictina (depurada por Benito de Aniano) como la más apropiada para la vida monacal (McKITTERICK, Rosamond, 1994: 11-21). Pero los monasterios, gran fuente de intelectuales, sufrieron un proceso de "secularización" al serles otorgados a muchos religiosos labores administrativas (por su formación), lo cual les privaba de dedicarse por entero a sus labores religiosas, sumado al hecho de la gran dependencia del poder regio, lo cual supuso que en los momentos de crisis la vida religiosa volviera a desviarse (MITRE, Emilio, 1976: 123-124).
Aunque la empresa monástica carolingia no alcanzara su objetivo de unificación de todos los monasterios bajo una misma regla, si que sentó las bases para que a comienzos del siglo X, concretamente en el 910, el duque de Aquitania, Guillermo el Piadoso, cediese unos terrenos al monje Bernon para que construyese el monasterio de Cluny, el cual tendría una característica muy especial, pues "se colocarían bajo la propiedad inalienable de los santos Pedro y Pablo", es decir, del obispo de Roma, para que de esta forma escapase de cualquier poder laico (MITRE, Emilio, 1976: 124). La regla adoptada fue la benedictina, pero la depurada por Benito de Aniano, por lo que sería en su forma más rígida. Este modelo tuvo un gran éxito, y la inseguridad endémica y el misticismo de la época fueron el caldo de cultivo para que esta nueva vía de religiosidad más pura se expandiese rápidamente (MITRE, Emilio, 1976: 124). Pero para ello se adoptaría otra gran característica que define a este movimiento y es que aquellos monasterios que quisiesen reformarse o los de nuevo cuño adoptar el modelo, estos serían dependientes de Cluny. Por tanto solo existía un solo abad, colocándose en cada uno del resto de monasterios un prior, elegido por ellos mismos, siguiendo de esta forma las disposiciones del 818 de Ludovico Pio acerca de la independencia en la elección de abades (ahora priores) de los monasterios.
Esta nueva orden (la primera) fue la base de la cristiandad europea durante los dos siguientes siglos (MITRE, Emilio, 1976: 124), y prueba de ello son los 1450 monasterios cluniacenses y los más de 10.000 a finales del siglo XI, con 400 de ellos en el propio Cluny, número que indica en el centro capital en el que se convirtió.

BIBLIOGRAFÍA.

  • ANTUÑANO, Salvador. San Agustín, La Ciudad de Dios. Madrid: Tecnos, 2010.
  • McKITTERICK, Rosamond (editor). Carolingian Culture: emulation and innovation. Cambridge: Cambridge University Press, 1997 (1994).
  • MITRE, Emilio. Introducción a la Historia de la Edad Media Europea. Madrid: Istmo, 2004 (1976).

viernes, 15 de marzo de 2013

RENACIMIENTO CAROLINGIO: La reforma cultural carolingia, el surgimiento de las escuelas episcopales y principales aportes (750-1000).



RENACIMIENTO CAROLINGIO: La reforma cultural carolingia, el surgimiento de las escuelas episcopales y principales aportes (750-1000).

Juan Antonio Espinosa Martín de la Puente. 15 de febrero de 2013.
Una de las mayores reformas de Carlomagno fue la preocupación por revisar los libros y evitar errores, así como abrir bibliotecas donde recopilar las principales obras de interés. Se lleva todo un programa intelectual con centros de estudio a lo largo de todo el imperio como el de Saint Gall, una escuela lo suficientemente importante para que aparezca en los planos del monasterio del año 820.
Nos encontramos, sobre todo, con una clara finalidad práctica. Se crearon escuelas y copiaron libros, creando manuales y glosarios. En todo esto hay una gran influencia de antecesores como Isidoro de Sevilla, con la preocupación por libros que enseñan, donde la renovación del latín es notable. Esto tiene mucho que ver con lo que se está trabajando a finales del s. VIII principios del IX, cuando surgen las lenguas romances. Al no ser las mismas en todo Occidente, se decide depurar el latín que está en los libros y el que emplea la Iglesia, el sermo humilis, algo que además está en su ideal de vuelta a los orígenes. Para ello usan obras clásicas de retórica como las de Cicerón o Marciano, así como en literatura con la Eneida o las Églogas. Se acaba diferenciando la lengua latina culta, el sermo humilis, de la lengua popular. En el Concilio de Tours se establece que no hay que predicar en latín sino también en la lengua vulgar.
Una clara finalidad religiosa también se encuentra en que la religiosidad carolingia tiene como base la expansión del rito romano, de manera que en las nuevas universidades se enseña lo aprendido, estudiando y unificado de las numerosas biblias en una única obra. De esta forma crean diversos materiales para la predicación y expansión de la fe, y el clero es mejor formado. Aunque estos objetivos no fueron completados en su totalidad, ya es importante la intención de una política cultural que antes no existía. Un ejemplo es que la predicación se impulsa recomendando que cada diócesis sea responsable de la formación de sus sacerdotes. Por otra parte, estos mismos materiales son usados por el poder donde se enseña la imagen que el rey (y posterior emperador) tiene de sí mismo. La finalidad política se plasma en el desarrollo de obras que se dedican a exaltar a la Dinastía del Emperador, como la Vita Karoli Magni.
Al morir Carlomagno, algunas de las líneas del Renacimiento se mantienen. Ludovico Pío imbuye un cierto matiz fruto de su carácter piadoso. Fue un monarca muy preocupado por la religión, potenciando esta faceta con cambios en el desarrollo educativo. Cerró escuelas monásticas para apartar a los monasterios de influencias externas y proteger la vida en clausura, pero al mismo tiempo ordenó la creación de escuelas abaciales al lado de las monásticas cerradas, de forma que la educación continuó impartiéndose en ese lugar. Aun así esto no fue aplicado en todas partes, sumándose además el declive del propio imperio carolingio. En algunos casos algún rey sí continuó la política anterior como Carlos el Calvo, rey de la Francia Occidental, pero a partir de este casi desaparece por la debilidad de los monarcas franceses ante el poderío nobiliario. La Dinastía Carolingia creó las bases del primer renacimiento durante los siglos siguientes hasta el renacimiento humanístico.
En el renacimiento carolingio vemos sobre todo la figura de Alcuino y Eginhardo, aunque igualmente tenemos grandes aportaciones de hispanos y anglosajones. Por un lado hispanos de muy diversos orígenes como visigodos y mozárabes, quienes son llamados por el emperador a la Corte. Como ejemplo tenemos a los visigodos de la Marca Hispánica y aquellos que ya nacieron en territorio franco. Estos hispanos aportan obras fundamentales para el propio renacimiento, puesto que se mantuvieron y desarrollaron grandes obras y escuelas en Hispania durante la época visigoda, tanto de padres de la Iglesia como Isidoro de Sevilla como de colecciones de cánones conciliares hispanos desconocidos por el resto de Europa. Los más relevantes fueron Teodulfo de Orleans, partidario de la iconoclastia que organizó la educación en sus territorios y procuró la educación gratuita, haciendo incapié en que fuera toda la población; Agobardo, preocupado por una enseñanza más amplia y uno de los introductores de Tertuliano; y Benito de Aniano, visigodo no hispano fundador de la regla benedictina.
El otro gran grupo, de anglosajones e irlandeses, aportaron sobre todo obras que no se conservaban en el continente o al menos en territorio franco. Aportan obras de sus monasterios de origen a los monasterios, y el mismo Alcuino se quejó de que no había obras en la corte que sí había en su lugar de origen. Normalmente son los que primero enseñaron en las escuelas episcopales, a los que se sumaron otros. Los más relevantes fueron Bonifacio, el gran predicador de Centroeuropa; el irlandés Dúngal, consejero de Carlomagno con conocimientos de astronomía; Dicuil, quien hizo una medición de la extensión de la tierra y una obra de geografía descriptiva; Clemente de Irlanda, que  con 23 años fue llamado a la Corte para dirigir la escuela palatina de París; Seludio Escoto, gran poeta y uno de los que comienza a mostrar una tendencia hacia la división entre el poder político y el religioso durante los reinados posteriores a Carlos; y por último Alcuino de York, discípulo en cierta medida de Beda el Venerable, presentado como el máximo exponente de la cultura anglosajona e irlandesa, gran conocedor de temáticas diversas y de numerosas lenguas. Uno de los inspiradores de la Admonitio Generalis.
Como conclusión podemos decir que los trabajos de todos estos personajes, junto con la dedicación y la preocupación de Carlomagno por otorgar un lugar destacado al conocimiento, su preservación y en ocasiones incluso desarrollo, supuso el establecimiento de un poso cultural en Europa a través de la recuperación de obras que se creían perdidas. Así mismo el empleo de nuevas formas de predicación, como la adaptación de las lenguas vulgares para dar a conocer el mensaje religioso a la población, dio como resultado una época de interés por la cultura mantenida en los monasterios, sacarla a la luz para la sociedad del momento y darle un uso práctico. Se trató, en suma, de un proceso de recuperación de parte de la cultura clásica y de creación de la cultura medieval propiamente dicha.

martes, 12 de marzo de 2013

El Cristianismo Carolingio y el Renacimiento Carolingio

Pablo Díaz Gutiérrez.

Dos son los aspectos principales que se han tratado en la clase del día 11 de marzo, en primer lugar el papel del Imperio Carolingio en la extensión del cristianismo a los pueblos de su entorno así como las novedades y reformas en el mundo eclesiástico y, por otra parte el llamado "Renacimiento Carolingio".

Durante el Imperio Carolingio se llevaron a cabo una serie de iniciativas por parte del poder político para la extensión y evangelización del cristianismo. Estas iniciativas eran parte de la política imperial, y se enfocaron hacia diversos pueblos no cristianizados del entorno imperial, lo que llevará en ocasiones a conflictos políticos con el Imperio Bizantino por la determinación de los límites de influencia en la evangelización de estos pueblos. Esta "obligación" de los poderes carolingios de extender y proteger el cristianismo la podemos ver en su modelo de monarquía y sus transformaciones ya desde el siglo VIII. El rey es "rex et sacerdos" y esta autoridad regia lleva a cabo iniciativas de expansión del cristianismo y de intervención en la Iglesia. Además, existe una tradición de relaciones entre la monarquía franca y el pontificado desde la legitimación de Pipino el Breve.

Para explicar la evangelización de los pueblos europeos próximos al Imperio también podemos mencionar la transformación de la monarquía nacional carolingia en una monarquía plurinacional, ya que el territorio imperial abarca una gran cantidad de pueblos debido a la expansión oriental. A los elementos germanos y romanos se añaden una gran cantidad de pueblos, sin embargo, la evangelización no irá sólo encaminada a los que se encuentran dentro de las propias fronteras, sino que también se enviarán misiones fuera. A los que se dirige la cristianización serán:

Los sajones, que no estaban cristianizados y cuya evangelización comenzará a partir del año 772, aunque con antecedentes, por iniciativa regia. Se trata de una evangelización paulatina y con muchas resistencias, asociada muchas veces a las propias conquistas militares. Se destruirán lugares simbólicos paganos y se sustituirán por símbolos cristianos. La legislación regia, mediante capitulares, imponía la pena de muerte para los que se resistiesen a estas conversiones, aun así, la imposición será muy lenta entre la población sajona debido a esta notable resistencia, por lo que hasta el siglo IX no se completará e incluso a finales de este siglo se tiene noticias de algunos casos de paganismo.

En el caso de la zona de Bohemia y Moravia, se envían misiones desde Ratisbona desde mediados del siglo IX. En el año 845 se produce en primer bautismo de nobles. Destaca la figura de Borivoj I de Bohemia, impulsor del cristianismo en esta zona. El y su familia se convertirán en símbolo del cristianismo "nacional" bohemio. La evangelización es un proceso lento, pero encuentra menos resistencia que en el caso sajón. Posteriormente se producirá la conversión de las clases altas de la sociedad, la fundación de obispados y en el 970 la primera fundación de un monasterio bohemio.

También en el territorio eslovaco, que desde el año 796 formaba parte del Imperio Franco, se enviaron misiones de cristianización. En este territorio la influencia será mixta ya que también el Imperio Bizantino envió misiones de la Iglesia Oriental para la evangelización, por lo que en esta zona se producirá una lucha entre ambas iglesias por el control.

En Polonia se produce de nuevo una expansión del cristianismo fomentada por el poder político, que parte, religiosamente, del territorio moravo. Tienen en esta cristianización un papel muy importante las jerarquías locales. Mieszko I funda el primer obispado polaco en Poznan. Se produce una conversión de las élites y la conversión del propio Mieszko, lo que favorece la expansión del cristianismo. Esta expansión se verá fuertemente impulsada por la política imperial de los otónidas, y tendrá un gran desarrollo con las figuras de Otón III y Silvestre II.

Otro de los territorios en el que nos encontramos una influencia tanto de la Iglesia Oriental como de la Occidental es en Croacia. En esta zona existía una notable diversidad étnica, se trataba de un conglomerado de tribus eslavas, pero también había provincias de población de origen romano (dálmatas). Ya en el siglo VII había habido misiones precedentes, y en el siglo VIII se da un gran impulso a la evangelización por parte de los bizantinos. En el año 925, la conversión del príncipe Tomislav supuso el acercamiento definitivo a la Iglesia Occidental, mientras que Serbia se aproximará a la Oriental.

En el caso de los húngaros, nos encontramos con un territorio previamente cristianizado, en el que se habían asentado lombardos y ostrogodos y donde ya habían existido misiones orientales y occidentales. El asentamiento de los húngaros se produce tras la derrota de estos frente a Otón I. La cristianización de los húngaros es paulatina y las misiones provienen de Alemania, sobre todo de la zona bávara. Como sucedía en Polonia, estas misiones tienen el apoyo de las jerarquías locales. Esteban I, hijo de Geza, casado con Gisela de Baviera, se convirtió al cristianismo y fundó una sede regia cristiana. Fue apoyado por Otón III y Silvestre II y sobre la figura de Esteban se formará una mística nacional húngara.

En la zona escandinava nos encontramos una introducción del cristianismo diversa según las zonas y también diferencias cronológicas. Los tres pueblos principales que habitaban esta zona eran los noruegos, los daneses y los suecos, y el cristianismo entrará de forma distinta en cada uno de ellos. En el caso danés, la cristianización se hace desde el sur, con la creación de obispados desde mediados del siglo IX. En el año 960 con Harald se produce la cristianización de la casa real. Canuto el Grande culminará la conversión. Desde Dinamarca se expandirá el cristianismo en el norte de Europa. Se intenta imponer la religión cristiana en Noruega, incluso por la fuerza, y a mediados del siglo XII se creará la primera provincia eclesiástica noruega. En Suecia se da una entrada paulatina del cristianismo mediante la influencia desde Dinamarca y posteriormente desde Noruega. Esta entrada provocará un conflicto entre cristianos y paganos que desembocara en una guerra civil en el año 1066 en el que se enfrentarán un candidato al trono, de religión cristiana y otro, pagano.

Una vez vistos estos espacios de expansión cristiana, hemos tratado también las reformas en la Iglesia que se llevaron a cabo durante el periodo Carolingio. Estos cambios los podemos ver en la vida eclesiástica, por ejemplo en la imposición del celibato entre los eclesiásticos, que, aunque no se impone definitivamente, si es aceptado como la situación normal del clero dentro del Imperio.También asistimos a cambios en la imposición del orden sacerdotal, con la toma del abito como algo importante, en ocasiones simbólico, ya que no siempre lo llevaban, pero que si afectó a la religiosidad de la nobleza, ya que la toma del abito no era algo extraño en los momentos finales de la vida de estos nobles. Además, vemos la extensión de la red parroquial como forma de organización en el Imperio, que se acabará extendiendo por el territorio cristiano occidental. Junto con estos cambios, se homogeneiza el ritual, extendiéndose paulatinamente el ritual romano por el territorio imperial. Esto sucede gracias a una política activa por parte del poder imperial, sobre todo desde tiempos de Ludovico I, que hace copiar los libros litúrgicos para la imposición del rito romano. Surgen algunas resistencias a esta imposición sobre todo en los ámbitos más lejanos al Imperio, la Península Ibérica e Inglaterra. En relación con lo anterior, se renueva el canto litúrgico, así como las tipologías de las iglesias, la música, etc. Se generaliza en esta época el bautismo de niños, se extiende la penitencia, por influencia celta y se ritualiza el matrimonio como acto religioso.

Se produce una cristianización de la vida, con el impulso de las fiestas, las devociones, el culto a los santos, la cruz, etc. Todo ello gracias al impulso imperial. Este poder imperial tiene un poder efectivo sobre la vida religiosa, son ellos los que nombran a los poderes eclesiásticos, imponen ayunos y oraciones, todo esto mediante la legislación imperial y las capitulares. Esta situación irá cambiando debido a la progresiva feudalización del Imperio y el control de los nobles sobre las iglesias de sus territorios.

Una vez visto este papel religioso del Imperio, pasamos a la faceta cultural con el análisis del denominado Renacimiento Carolingio. Este concepto muchas veces es aplicado a la época carolingia y se trataría del primero de los "renacimientos" medievales, entendidos como una recuperación del pasado, del saber y el conocimiento de la antigüedad.

Ya desde el siglo XV se habla de este "intento" de renacimiento de Carlomagno como concepto, y en el siglo XX se produce un debate sobre él. Se planteará si el término es correcto y aparecerán algunas posturas escépticas. Los que defienden que el término es idóneo lo hacen por una serie de características de este Renacimiento, por ejemplo, la existencia en ese mismo momento de una conciencia de estar en una época de decadencia cultural y la aplicación de una política por parte de Carlomagno encaminada a cambiar esta situación mediante la recuperación de los textos de autores clásicos. Otras posturas, como la de Le Goff son más escépticas con el término ya que se trataría de un movimiento casi exclusivamente eclesiástico, hecho por clérigos para clérigos y sobre todo, hay un escepticismo en cuanto a sus resultados, ya que se trata de recuperación y continuación de los autores clásicos y las ideas son poco innovadoras.

Los antecedentes de este Renacimiento los podemos encontrar en las reformas monásticas, impulsadas por la realeza franca, que sentará las bases del moviemiento. Pipino II fundará una serie de monasterios para la evangelización con la cooperación de Bonifacio I. Carlos Martel continuará con el apoyo a Bonifacio y tendrá una preocupación por la educación, sobre todo de sus hijos. La infraestructura cultural franca estaba muy deteriorada y se produjo la desaparición generalizada de las escuelas eclesiásticas y la disgregación de las bibliotecas, lo que supuso una disgregación del conocimiento y del saber. La abadía de Saint Denis sería la excepción ya que mantiene la escuela monástica y una biblioteca de cierta entidad, por lo que será elegida por Carlos Martel para la educación de sus hijos. Pipino el Breve continuará con esa política y emprenderá otras tendentes hacia la reforma cultural, como el contacto con otros pueblos germanos y la "importación de los sabios" de esos pueblos.

Con Carlomagno se continúa con estas políticas y realiza una labor de mecenazgo, entrando en contacto con  personajes culturalmente relevantes que en ocasiones atrae a la corte. En el año 774 conoce a Pedro de Pisa, que le enseña latín, en el 776 a Paulino de Aquilea, conocedor de la cultura latina pagana y cristiana y en 781 conoce a Alcuino de York, pieza fundamental del Renacimiento Carolingio. Carlomagno mostraba un gran interés por la cultura, un interés tanto religioso como político. El interés religioso enfocado a mejorar el conocimiento de la fe, teniendo conciencia de ser el principal poder de la cristiandad y el interés político para el beneficio de su administración, reformando la escritura y fijando las leyes por escrito. Se unifica la letra en un único tipo en todo el Imperio, la minúscula carolina, con una función administrativa pero que también tendrá un importantísimo papel cultural. Se crearon también centros educativos, como la Escuela Palatina, la Academia, que servía de centro de organización de la cultura del Imperio, y la fundación de escuelas monásticas y eclesiásticas. Estas escuelas, por medio de la capitular de la Admonitio Generalis del año 785 debían abrirse a todos, aunque  no consiguió su objetivo de educar a los niños. También se fomentó el cuidado por los libros religiosos, por la corrección y la revisión de estos por parte de personas con conocimientos en la materia.

A modo de conclusión, se puede decir, que la monarquía de Carlomagno favoreció un ambiente bastante propicio para el desarrollo de la cultura, aunque se puede dudar de que este fuera el objetivo pensado por el monarca o simplemente el resultado de unas políticas encaminadas a la mejor preparación de sus funcionarios y a combatir la ignorancia reinante en el clero de la época. Además, la escasez de medios tanto humanos (poca formación de los clérigos) como materiales (escasez de libros) hizo que los resultados culturales del Renacimiento Carolingio fueran muy escasos. Mi opinión es  que el Renacimiento Carolingio fue un movimiento sustancialmente clerical.