BEDA EL VENERABLE. EL
RENACIMIENTO CAROLINGIO (750-1000)
Pedro Contreras Sánchez.
26 de febrero de 2013
En esta clase hemos
estudiado la figura de Beda el Venerable, y después hemos pasado a tratar el
Renacimiento Carolingio, atendiendo a la evolución que la Iglesia y el Pontificado
tuvieron en ese momento. Beda el Venerable (673-735), fue un continuador de la
cultura anterior, siguiendo la línea de otros grandes pensadores como Isidoro
de Sevilla. Era un monje benedictino del monasterio de Jarrow (Northumbria,
Islas Británicas), que contaba con una importante biblioteca con obras
clásicas. Sus conocimientos sobre latín son más limitados que los de Isidoro de
Sevilla, debido sobretodo a que el entorno en el que vive no está romanizado. Escribió
sobre diferentes áreas del conocimiento al igual que sus predecesores, y su
obra más importante es la Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, una auténtica historia nacional de la tierra
anglosajona, debidamente citada, dada la preocupación de Beda por citar a sus fuentes.
Beda tuvo una gran influencia y repercusión en el entorno anglosajón,
ya que su discípulo, Egbert, fundó la escuela benedictina de York, lugar en el
que posteriormente estudió Alcuino de York, personaje que tuvo una gran
importancia en el Imperio Carolingio contribuyendo al desarrollo de la política
educativa de Carlomagno, e impulsando la Escuela Palatina. Desde mi punto de
vista la labor intelectual de autores como Gregorio Magno, Isidoro de Sevilla o
Beda, contribuyeron al posterior desarrollo del Renacimiento Cultural
Carolingio, que fue la culminación de todo este proceso de transición entre el
pensamiento de la Tardoantigüedad, y el pensamiento medieval, como apunta el
historiador francés Pierre Riché.
En cuanto a la evolución de la Iglesia y el Pontificado durante el
Renacimiento Carolingio, tenemos importantes antecedentes antes de la creación
del imperio, como la coronación de Pipino por el papa Esteban III, en un
proceso en el que la Iglesia Católica y el Pontificado se vinculan cada vez más
con los poderes occidentales, distanciándose de los bizantinos. Además, el
hecho de que el papa coronara a Pipino, y después a Carlomagno, otorgaba al
Pontificado un prestigio y una aparente superioridad del papa sobre el
emperador, aunque como vimos en clase finalmente no fue así, el emperador
Carlomagno era claramente superior al papa, y este último tuvo que acudir a los
poderes occidentales en busca de ayuda y protección, debido a la presión que
ejercían los reyes lombardos, y la nobleza romana. La búsqueda de la
hierocracia pontificia llevará a los papas a la invención de un pasado
hipotético, la llamada “Donación de Constantino”, un documento redactado en
tiempos de Pipino, probablemente en torno al 750. Según el Pontificado, este documento fue
escrito en tiempos de Constantino, y en él, el emperador romano concede grandes
poderes al obispo de Roma, en ese momento Silvestre, pues curó a Constantino de
la lepra. De esta manera el poder pontificio legitimaba su poder como
continuador del poder romano. La farsa no fue descubierta hasta el siglo XV, y
hasta ese momento el documento se consideró verdadero… Aun así, los papas nunca
estuvieron por encima del emperador Carlomagno en estos momentos, que tenía
amplios poderes, también en el ámbito eclesiástico. Con Luís el Piadoso
cambiará esta tendencia, pues fue un emperador más débil y muy devoto, pero no
fue el poder pontificio el que se benefició de esta debilidad, sino los poderes
episcopales, los obispos, que podían incluso juzgar al emperador. Serán tiempos
complicados para el poder pontificio, muchos papas fueron elegidos a dedo por
poderes laicos, y hubo una gran corrupción. Ya en el siglo XI comenzará una
lenta recuperación del poder papal, de la mano de Silvestre II que iniciará una
serie de reformas, nombrado papa por Otón III.
Aunque pueda parecer que en tiempos del Imperio Carolingio y también
durante el Imperio Otoniano el poder pontificio entró en declive y el obispo de
Roma apenas gozaba de poder, lo cierto es que en este momento se pusieron las
bases para el posterior desarrollo del papado, que encontrará su momento
culminante en los siglos XII y XIII. El poder pontificio, al asociarse a los
poderes occidentales, dio un paso decisivo pues será en la Europa Occidental
donde el papado y la Iglesia Católica pretenderán ejercer más activamente su
poder. Como hemos dicho, y aun encontrándose en una posición de debilidad, el
Pontificado llevará a cabo una serie de reformas clave, como las llamadas
“Falsas Decretales” de mediados del siglo IX, en las que se establecen una
serie de normas o medidas, como el derecho del Papa a convocar los concilios, o
que los laicos pudieran deponer de su puesto a los clérigos. Estas medidas en
muchos casos no tuvieron efectos inmediatos, ya que el control de los
pontífices sobre la vida institucional de la Iglesia era muy limitado, pero a
largo plazo todas estas reformas y la labor reformadora de algunos papas, como
Silvestre II, otorgarán al pontificado resultados positivos en el futuro.