viernes, 15 de marzo de 2013

RENACIMIENTO CAROLINGIO: La reforma cultural carolingia, el surgimiento de las escuelas episcopales y principales aportes (750-1000).



RENACIMIENTO CAROLINGIO: La reforma cultural carolingia, el surgimiento de las escuelas episcopales y principales aportes (750-1000).

Juan Antonio Espinosa Martín de la Puente. 15 de febrero de 2013.
Una de las mayores reformas de Carlomagno fue la preocupación por revisar los libros y evitar errores, así como abrir bibliotecas donde recopilar las principales obras de interés. Se lleva todo un programa intelectual con centros de estudio a lo largo de todo el imperio como el de Saint Gall, una escuela lo suficientemente importante para que aparezca en los planos del monasterio del año 820.
Nos encontramos, sobre todo, con una clara finalidad práctica. Se crearon escuelas y copiaron libros, creando manuales y glosarios. En todo esto hay una gran influencia de antecesores como Isidoro de Sevilla, con la preocupación por libros que enseñan, donde la renovación del latín es notable. Esto tiene mucho que ver con lo que se está trabajando a finales del s. VIII principios del IX, cuando surgen las lenguas romances. Al no ser las mismas en todo Occidente, se decide depurar el latín que está en los libros y el que emplea la Iglesia, el sermo humilis, algo que además está en su ideal de vuelta a los orígenes. Para ello usan obras clásicas de retórica como las de Cicerón o Marciano, así como en literatura con la Eneida o las Églogas. Se acaba diferenciando la lengua latina culta, el sermo humilis, de la lengua popular. En el Concilio de Tours se establece que no hay que predicar en latín sino también en la lengua vulgar.
Una clara finalidad religiosa también se encuentra en que la religiosidad carolingia tiene como base la expansión del rito romano, de manera que en las nuevas universidades se enseña lo aprendido, estudiando y unificado de las numerosas biblias en una única obra. De esta forma crean diversos materiales para la predicación y expansión de la fe, y el clero es mejor formado. Aunque estos objetivos no fueron completados en su totalidad, ya es importante la intención de una política cultural que antes no existía. Un ejemplo es que la predicación se impulsa recomendando que cada diócesis sea responsable de la formación de sus sacerdotes. Por otra parte, estos mismos materiales son usados por el poder donde se enseña la imagen que el rey (y posterior emperador) tiene de sí mismo. La finalidad política se plasma en el desarrollo de obras que se dedican a exaltar a la Dinastía del Emperador, como la Vita Karoli Magni.
Al morir Carlomagno, algunas de las líneas del Renacimiento se mantienen. Ludovico Pío imbuye un cierto matiz fruto de su carácter piadoso. Fue un monarca muy preocupado por la religión, potenciando esta faceta con cambios en el desarrollo educativo. Cerró escuelas monásticas para apartar a los monasterios de influencias externas y proteger la vida en clausura, pero al mismo tiempo ordenó la creación de escuelas abaciales al lado de las monásticas cerradas, de forma que la educación continuó impartiéndose en ese lugar. Aun así esto no fue aplicado en todas partes, sumándose además el declive del propio imperio carolingio. En algunos casos algún rey sí continuó la política anterior como Carlos el Calvo, rey de la Francia Occidental, pero a partir de este casi desaparece por la debilidad de los monarcas franceses ante el poderío nobiliario. La Dinastía Carolingia creó las bases del primer renacimiento durante los siglos siguientes hasta el renacimiento humanístico.
En el renacimiento carolingio vemos sobre todo la figura de Alcuino y Eginhardo, aunque igualmente tenemos grandes aportaciones de hispanos y anglosajones. Por un lado hispanos de muy diversos orígenes como visigodos y mozárabes, quienes son llamados por el emperador a la Corte. Como ejemplo tenemos a los visigodos de la Marca Hispánica y aquellos que ya nacieron en territorio franco. Estos hispanos aportan obras fundamentales para el propio renacimiento, puesto que se mantuvieron y desarrollaron grandes obras y escuelas en Hispania durante la época visigoda, tanto de padres de la Iglesia como Isidoro de Sevilla como de colecciones de cánones conciliares hispanos desconocidos por el resto de Europa. Los más relevantes fueron Teodulfo de Orleans, partidario de la iconoclastia que organizó la educación en sus territorios y procuró la educación gratuita, haciendo incapié en que fuera toda la población; Agobardo, preocupado por una enseñanza más amplia y uno de los introductores de Tertuliano; y Benito de Aniano, visigodo no hispano fundador de la regla benedictina.
El otro gran grupo, de anglosajones e irlandeses, aportaron sobre todo obras que no se conservaban en el continente o al menos en territorio franco. Aportan obras de sus monasterios de origen a los monasterios, y el mismo Alcuino se quejó de que no había obras en la corte que sí había en su lugar de origen. Normalmente son los que primero enseñaron en las escuelas episcopales, a los que se sumaron otros. Los más relevantes fueron Bonifacio, el gran predicador de Centroeuropa; el irlandés Dúngal, consejero de Carlomagno con conocimientos de astronomía; Dicuil, quien hizo una medición de la extensión de la tierra y una obra de geografía descriptiva; Clemente de Irlanda, que  con 23 años fue llamado a la Corte para dirigir la escuela palatina de París; Seludio Escoto, gran poeta y uno de los que comienza a mostrar una tendencia hacia la división entre el poder político y el religioso durante los reinados posteriores a Carlos; y por último Alcuino de York, discípulo en cierta medida de Beda el Venerable, presentado como el máximo exponente de la cultura anglosajona e irlandesa, gran conocedor de temáticas diversas y de numerosas lenguas. Uno de los inspiradores de la Admonitio Generalis.
Como conclusión podemos decir que los trabajos de todos estos personajes, junto con la dedicación y la preocupación de Carlomagno por otorgar un lugar destacado al conocimiento, su preservación y en ocasiones incluso desarrollo, supuso el establecimiento de un poso cultural en Europa a través de la recuperación de obras que se creían perdidas. Así mismo el empleo de nuevas formas de predicación, como la adaptación de las lenguas vulgares para dar a conocer el mensaje religioso a la población, dio como resultado una época de interés por la cultura mantenida en los monasterios, sacarla a la luz para la sociedad del momento y darle un uso práctico. Se trató, en suma, de un proceso de recuperación de parte de la cultura clásica y de creación de la cultura medieval propiamente dicha.

2 comentarios:

  1. Trabajo un tanto escaso, y, ciertamente, muy resumido. Hay que tener en cuenta, efectivamente, que tratamos una parte muy variopinta, al describir, aunque fuese muy sucintamente, a los diversos autores. Sin embargo habría estado bien ampliar algún detalle que hubiese llamado la atención, o sobre las diversas visiones del Renacimiento carolingio. En ocasiones se trasluce algún error que conviene corregir a tiempo. Para empezar, Benito de Aniano no funda la regla benedictina. Él, por encargo imperial, revisa la regla de Benito de Nursia, y esa revisión es la que se impondrá como regla de todos los monasterios "reformados". Es decir, en todo caso podemos considerarlo como cofundador del benedictinismo tal cual quedará en época postcarolingia (importante por la extensión que supondrá Cluny, pero que no deja de ser una interpretación concreta de esa regla). De forma que no queda muy claro que se haya comprendido la labor de Benito de Aniano ni su peso real en el monasticismo carolingio. También se cuela un error en Escoto, no es Seludio, sino Sedulio. Una revisión o una búsqueda de información lo habría solucionado.
    En conclusión, buen trabajo pero mejorable también.

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